sábado, 25 de septiembre de 2010

Denotacion y connotacion!

DENOTACIÓN Y CONNOTACIÓN

Dentro de la gramática encontramos el criterio semántico que se refiere a las significaciones, denotación y connotación de los signos en el lenguaje. Del cual podemos decir que todo signo tiene designado, pero no todo signo denotado. Explicaremos mejor esto. Cualquier cosa que usemos como signo, sin excepción, significa algo. Sin embargo, no siempre eso que es significado por el signo, tiene o tuvo existencia concreta. Puede ocurrir, como de hecho ocurre, que el contenido de ese signo sea una construcción de alguna o algunas personas con o sin un fin específico. Por ejemplo, “centauro” o “unicornio” son signos que no tuvieron ni tienen algo concreto que significar, y no por eso decimos que no significan nada.

Cada uno en su caso designa una entidad, una producción (mítica en este caso, de ficción en otro, o simplemente una mentira: significar algo que no tiene su correlato en la realidad) de la cultura, sin denotado o referente (aun cuando estos dos conceptos tienen o se aplican en semiótica de modo diferente, nosotros no usaremos aquí esa distinción y los tomaremos como equivalentes).

Tener denotado implica que puedo reconocer el referente; es decir, el objeto, el hecho o la circunstancia a la que el signo hace referencia. ¿Por qué es importante esta distinción? Sencillamente, porque con los signos se construyen lenguajes (lenguaje verbal, escrito, visual, publicitario, cinematográfico, matemático, etc.). Con los lenguajes se cumplen distintas funciones: se puede informar (o desinformar), se puede divertir, se puede ordenar, se puede expresar sentimientos, se puede decir la verdad o se puede engañar.

El contenido de un signo es la idea que nosotros adquirimos sobre una cosa, hecho o situación que puede o no existir. El referente es cualquier cosa concreta significada por otra, y la expresión de un signo es el material con que se elabora o se expresa un significante.

Podemos distinguir cuándo un signo o un conjunto de signos (una palabra, un texto, una imagen) se refiere a un objeto que realmente existe, o cuándo un signo no hace más que asignar un contenido sin referente. Designar es expresar el contenido y no el referente. Sin embargo, siempre que designamos el contenido de un signo, invariablemente le añadimos nuestras propias connotaciones, que en cualquier caso están condicionadas por el medio en el que vivimos.

Veamos un ejemplo típico. Normalmente los sectores medios y altos de la sociedad hacen una valoración de los sectores populares de acuerdo con su forma de vida (también los sectores medios y altos de acuerdo con sus propios condicionamientos, sólo que el peso y la incidencia que estas valoraciones pueden tener y la difusión que pueden alcanzar es tan escasa, que no alcanzan a gravitar en el conjunto).

La denotación nos permite construir premisas inciertas e hipotéticas. Por ejemplo, cuando observo que en un cenicero hay un cigarrillo apagado, pero del que todavía sale humo, presumo que alguien estuvo en ese lugar un instante antes. Esa presunción la obtengo por una abducción del tipo: “Aquí no hay nadie. Sin embrago, en ese cenicero hay un cigarrillo que fue apagado no hace mucho. Por lo tanto, alguien pasó por aquí hace un instante”. Luego, la inducción y la deducción me permitirán probar o desmentir mi hipótesis. Por eso, la abducción pertenece a la lógica del descubrimiento, mientras que la inducción y la deducción pertenecen a la lógica de la prueba, porque necesitan partir de premisas ciertas, comprobadas o aceptadas, y explicitadas.

El conocimiento que obtenemos a partir de las interpretaciones que hacemos por abducción es siempre aproximado y falible. Eso significa que puede corregirse y reformularse. De manera que hay que tener en cuenta que la abducción no conduce a verdades absolutas, sino sólo a aproximaciones de la verdad. Pero ése es justamente su objeto: hacernos ir más allá de lo que sabemos, a partir de sucesivos descubrimientos.

En el tratamiento teórico usual, la denotación es definida por su literalidad mientras que la connotación consiste en el valor simbólico. Esta oposición, que se funda en la disyuntiva entre sintagmática y paradigmática, puede ser, primero, profundizada, explorando su sentido y segundo, criticada en base a los desarrollos posteriores de la teoría del discurso.

Que la denotación sea literal significa que se basa en un estrato material y físico, que no es el objeto referencial, sino que el significante. La connotación es más abstracta, no está pegada al significante. El eje de la denotación y connotación no puede basarse en la arbitrariedad.

Si se entiende que la denotación posee un significado cristalizado, fosilizado, como el incluido en los diccionarios, se verá a la connotación como teniendo, en cambio, un significado más socializado, más ligado a los códigos, y a la subconsciencia del hablante. De esta manera, se llega fácilmente a la conclusión que la denotación es más informativa mientras que la connotación es más valorativa.

Parecería que el regente de la denotación sería el significante, mientras que el factor determinante en la connotación sería el significado.

La pura denotación podría ser entendida como pobreza comunicativa o precisión informativa. Y la connotación, por su lado, podría ser vista como ampliación comunicativa, ya que enriquece el lenguaje, dado que a las denotaciones ya consabidas se agregan connotaciones vitales. Lo importante es que el lenguaje no puede ser reducido a lo mimético, y en consecuencia, los fenómenos comunicativos no pueden ser juzgados sólo desde el punto de vista de la referencialidad. El lenguaje, como sistema de signos central, puede ser analizado a partir del grado de connotación que se sume a la denotación.

Ya no es posible pensar que la denotación sea la idea principal y la connotación la idea accesoria. Es difícil establecer en general y en los casos concretos donde termina la denotación y donde empieza la connotación ya que ambos polos existen. La denotación es sin duda más indicativa que la connotación, que es más llamativa.

Los procesos de denotación y connotación deben ser diferenciados, pero, al mismo tiempo, deben ser concebidos como partes de un mismo proceso. En la denotación, la extensión del concepto parecería ser decisiva. En la connotación, lo esencial es la decodificación. Tanto la denotación como la connotación son culturales y en ambas hay emotividad.

La denotación ejemplificaría la función nominativa por excelencia, la referencialidad, con carácter objetivo, puesto que estaría captando el mundo real, mientras que la connotación sería pura subjetividad, dado que no estaría apuntando al ontos existente sino que hacia el interior del lenguaje.

La denotación es el significado primigenio y general de un vocablo, válido para todos los hablantes del mismo idioma, aunque, de hecho, se emplee más en unos lugares que en otros, e incluso no se conozca ni se emplee nunca en determinados sitios. Connotación, en cambio, es un significado específico, que un vocablo tiene para una persona determinada o dentro de unas determinadas circunstancias.

La denotación (la referencia a información de datos explícita) y la connotación (la interpretación más subjetiva de un mensaje basado en códigos ideológicos y culturales).

Ejemplos:

La palabra operación, por ejemplo, para un médico y dentro de un informe médico, para un militar y dentro de un parte de guerra, para un profesor de matemáticas y dentro de una clase de esa asignatura o para un banquero o financista dentro de un informe bursátil, adquiere en cada caso una connotación diferente.

Cuando suena una alarma de incendios en una oficina, el sonido denota fuego y connota evacuación. Puede darse el caso que la misma denotación tenga una connotación completamente diferente para un bombero y, lo más probable, es que la connotación para un pirómano sea diferente a las anteriores.

  • Denotación.

Significado real de una palabra.

Lluvia ! gotas de agua que caen.

  • Connotación.

Significado personal e individual de una palabra.

Lluvia ! tristeza, melancolía.

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